Deconstrucción femenina: el peor miedo del patriarcado

INTRODUCCIÓN:

Durante décadas el concepto de feminidad como tal se ha establecido sobre cánones de modelos de mujeres basados en el punto de vista del hombre. Esta tergiversación de la feminidad no es más que una idea superficial que no deja aflorar la esencia de la mujer y que durante siglos la ha sumido en la opresión.

La feminidad no puede medirse en cuánto maquillaje lleve una mujer o en cuánto escote lleve puesto. La mujer no puede coartar la libertad de las mujeres, debería hacerlas libres.

La mujer ha sido ilustrada como objeto sexual frente a los hombres desde que se creó la línea divisoria entre masculino y femenino, obviando diferencias de género que muchas veces reducen a la mujer a ser el sexo débil, clasificándolas fundamentalmente como procreadoras. Esta discriminación comenzó hace siglos y se ha sabido mantener hasta la actualidad, la sociedad se ha mantenido bajo un orden patriarcal, estableciendo la dominación masculina y la sumisión femenina.

Siendo principalmente las mujeres las que se ven afectadas ante dicha distinción, en base a esto es que han ido aceptando y normalizando esta identidad pasando a transformarla en un estilo de vida y transmitiendo de generación en generación.

La cultura patriarcal ha establecido lo que conocemos como roles de género, es decir, al conjunto de normas sociales y de comportamiento apropiadas para los hombres  y las mujeres de un grupo  o sistema social dado, en función de  la construcción social que se tenga  de la masculinidad y femineidad,

Así, tanto lo femenino como  lo masculino están determinados a relacionarse por  distintos ámbitos sociales que marcan diferencias en el uso de los tiempos y los espacios.

A la mujer se le asignan tareas  que se desarrollan en el ámbito doméstico y cuyos fines se fundamentan en la reproducción biológica, la crianza y los cui­dados, que son consideradas tareas reproductivas  y que no están valoradas ni económicamente, ni culturalmente, ni socialmente. Además, no están sujetas a horarios, producen aislamiento y no se les reconoce la capacidad de tomar decisiones. ¿Por qué las diferencias de género se han convertido en desigualdad?

DESARROLLO:

Las relaciones heterosexuales se basen en una desigualdad constante, evitando que las mujeres puedan salir de los parámetros que la sociedad ha dispuesto para ellas. Es por esto que se habla de una estructura social en las actividades que realizan cada uno, manteniendo a las mujeres calladas y abnegadas frente a quien parece ser una figura de poder y autoridad sólo por ser hombre.

Este modelo social ha sido entregado a las mujeres por ellas mismas madres les enseñan a sus hijas a obedecer a los hombres, a satisfacer sus necesidades. Ya sea limitandolas a ejercer una labor de madre y dueña de casa, a explotar sus cuerpos con el fin de llamar la atención de un público masculino. Para hablar de una deconstrucción es importante saber cómo se fue construyendo la primera versión de la mujer, menospreciando y pasando a llevar sus derechos.

Fue la llegada del siglo XX que logró abrir los ojos de las mujeres y así mostrarles una sociedad en la que deben participar, dónde su voto vale tanto como el de los hombres y poco a poco se ha logrado avanzar en la larga línea de discriminación al género femenino. Los estereotipos de una mujer perfecta, resaltando el físico y eliminando la posibilidad de que opinen o simplemente estén informadas, van desapareciendo conjunto a la deconstrucción de la mujer machista.

La violencia de género ya no es normalizada, sino constantemente cuestionada, con ayuda legal las mujeres pueden optar a una emancipación de los hombres, evitando que decidan por ellas. Sin embargo todo estos cambios han surgido debido al cuestionamiento que han realizado respecto a ficha feminidad con la que deberían identificarse y convivir, sin dicho cuestionamiento seguiríamos donde mismo y ninguno de estos factores que nos han afectado durante décadas hubieran sido cuestionados. Actualmente se habla de que las mujeres se encuentran en una etapa de transición, el sistema las está haciendo entrar al sistema laboral, por lo tanto la maternidad que siempre se ha señalado como como el fin último de la vida en la mujer o como su su máxima expresión de feminidad está siendo cuestionado, estamos viviendo un intercambio de roles, pero siempre es la mujer la que desea más entrar al mundo de los ‘’hombres’’.

Es en el siglo XXI cuando volvemos a hablar de prevenir y reivindicar la violencia contra las mujeres y uno de los principales conceptos que sale a la luz es el empoderamiento y su importancia en la lucha contra esta problemática.

Según la Real Academia Española empoderamiento se refiere a la acción y efecto de empoderar, es decir a “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido”. Definición un tanto contradictoria considerando que a las mujeres se les ha hecho pensar que ellas son menos fuertes, inteligentes, capaces o poderosas que los hombres, cuando no es así. La mentalidad y cultura machista que por años ha desfavorecido a las mujeres, han traído como consecuencia el lento desarrollo de las mujeres en los distintos ámbitos de la sociedad.

Es por esto que el empoderamiento es tan importante porque a través de esta vía que la mujer adquiere o refuerza sus capacidades impulsando así la igualdad de género necesaria para erradicar la violencia y a su vez nos permite establecer una línea divisoria entre la mujer que se cuestiona los roles de género ya establecidos y aquella que sigue siendo víctima de la cultura patriarcal.

El rol de la mujer en la sociedad ha ido evolucionando y es clave entender que la cultura machista ha logrado traspasar las mentes de las personas, es decir, se ha convertido en ley para mujeres y hombres por igual (incluyendo a las mujeres que no logran salir de los paradigmas entregados por sus familiares). Esta es la razón necesaria para deconstruir la identidad femenina y construir a la verdadera mujer

¿Qué significa ser mujer en el siglo XXI?

La mujer chilena ha desarrollado diferentes roles a lo largo de la historia, cada uno de estos otorgado por el grupo social al que pertenecían, tradicionalmente las mujeres son las encargadas de criar y enseñar a las hijas además de cuidar de sus maridos. Este pensamiento ha estado vigente desde el inicio de la historia, sin embargo, fue en la colonia cuando comenzó este legado que en la actualidad sigue siendo aceptado por hombres y mujeres de la misma manera. Esta diferencia entre sexos es transversal, afectaba a las diferentes clases sociales  por un lado las mujeres de la elite, cumplían principalmente con el papel de procrear y criar a los hijos. Una familia adinerada con muchas hijas tenía la seguridad de arreglar matrimonios con el fin de mantener el posicionamiento en la sociedad colonial. La vía religiosa significó una segunda alternativa para las mujeres que no aceptaban el matrimonio, sin embargo, era importante pagar una suma de dinero bastante elevada para profesar la religión.

Hay un antes y un después en los roles de las mujeres indígenas, la llegada de los conquistadores españoles complicó masivamente la visión que se tenía de las féminas en ese entonces. Las tareas que realizaban las mujeres consistían en la preparación de medicinas y trabajar en la agricultura, de esta manera contribuyeron enormemente a la economía. La irrupción de los españoles cambió radicalmente, pasando de ser consideradas parte de sus comunidades a reducirlas como procreadoras y servidoras de las demandas masculinas.

Los roles de género son cambiantes, por lo tanto,  a medida que la sociedad va cambiando, lo que consideramos como ‘’femenino’’ y ‘’masculino’’ también cambia.

En la actualidad las mujeres ya no están siendo reducidas a las tareas del hogar sino que están saliendo al espacio público, acceden a trabajos remunerados y participan en actividades productivas. Esta situación le genera autonomía económica a las mujeres y les permite tomar decisiones en el hogar, pero a su vez genera una sobrecarga de trabajo, ya que a pesar de lo anterior los hombres siguen sin participar en las tareas reproductivas. La mujer del siglo XXI  luchar por su valía y reconocimiento profesional, busca sentirse libre para poder forjar su destino sin presiones externas, ni juicios o expectativas. Ha descubierto nuevas formas de ser, sentir y vivir. Saben que no es un camino fácil pero también saben que no es algo que dependa únicamente de cómo se miren a ellas mismas sino que deben crear estrategias para que la sociedad también las mire y reconozca de una forma diferente.

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